En todas partes cuecen habas; los políticos, sean de un signo u otro, han desprestigiado a la política. El uso patrimonial de los fondos del estado; unas leyes hechas, o aplicadas, a su medida, con una vara de medir muy distinta a la de cualquier ciudadano; la corrupción; y los negocios privados amaparándose en sus cargos, o poco después de dejarlos, entre otras lindezas, nos tienen más que hartos. Lo lamentable es que muchos nos tendremos que refugiar en la abstención, pero la mayoría optará por dos soluciones a cual peor: Unos votarán a los mismos de siempre, y los partidos se considerarán absueltos de sus corruptelas; otros lo harán por soluciones populistas, demagógicas, y neofascistas. O los políticos devuelven la dignidad a la política, y a éllos mismos, o el tema no acabará muy bien.
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